sábado, octubre 02, 2010

¡Apa fiestita!

Se podría decir que me había olvidado que este blog es para narrar las experiencias de mi paso por este mundo, pero no.

Ayer hicimos una fiesta para Ruy ya que su cumpleaños número cuatro cae el próximo lunes, pero mejor lo hicimos el viernes después de la hora de salida de la escuela. Yo estoy seguro que Marianne lo hizo para que las mamás de los niños invitados no tuvieran escusa, así las esperaba a la salida de la escuela y les decia: "Nos vemos en el salón de fiestas ¡heee!"

Estaba convencido que el salón que rentamos hasta hace poco había sido una vidriería, y luego se convirtió en un restaurante de esos a los que no se para nadie. Pero no, convirtieron el espacio en un muy agradable lugar para soltar a los chamacos y con un segundo piso dedicado a los adultos, pues todos contentos.

El chou no fue ni de payaso ni de mago, fue de animalitos entrenados. Llegaron los entrenadores con cacatúas, monitos y cualquier cantidad de reptiles y arañas. Al contratar el paquete nos dijeron que el papá del festejado se iba a disfrazar de explorador e iba a cargar un cocodrilito. Pero Ruy dijo que no quería cocodrilito porque se podría comer a su papá, así que lo cambiaron por una tortuga, que igual le mordió el dedo a un niño que decidió desobedecer las indicaciones del entrenador para picarle un ojo al conchudo reptil. ¿A qué sabe la carne de niño? seguro le preguntaron las otras tortugas.

El momento especial del día fue la del pastel. En cierto momento llamaron por un altavoz a los niños para partir el pastel de cumpleaños, del techo bajó un pajaro de fibra de vidrio al cual subieron a Ruy, y luego lu subieron como dos metros. En una mezcla de sentimientos por la chabacana idea, Ruy se aferraba al aparato, mientras todos nos mirábamos y a animadora cantaba una versión inédita de las mañanitas.

Uno sabe que la fiesta fue todo un éxito cuando los niños ajenos lloran cuando las madres les dicen que se tienen que ir.

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