domingo, agosto 12, 2007

Tragamonedas

Pues eso, cada vez que viajo al extranjero tengo la capacidad olvidarme del equivalente en tipo de cambio entre monedas y asumo que la moneda local vale lo mismo que mis devaluados pesos mexicanos. Digamos que llegando al aeropuerto en San Diego tomo un taxi y pago los 14 dólares por el viaje de 7 minutos, no hago la conversión porque nunca en mi vida he pagado 14 dólares por un taxi en México. Al segundo día me es normal pagar 3 dólares por una azucarada dona o 5 dólares por un refresco en un restaurante, pienso (5 pesos no es mucho).

Otra compulsión que tengo es surtirme de las máquinas expendedoras de los hoteles, que suelen ser caras pero en esta ocasión mucho más baratas que las tiendas en el interior del centro de convenciones. Esta costumbre inició hace algunos años cuando hospedándome en un hotelucho de Los Angeles al preguntar por el restaurante el encargado me señaló un grupo de máquinas expendedoras. A lo mejor pienso que es como jugar en los tragamonedas, pero en este caso siempre gano algo al introducir mi dinero.

Por cierto que he notado que a los gringos les encanta ir por hielos a las máquinas que tienen los hoteles en cada piso, uno los ve salir en pijama con la cubetita en sus manos... debe ser algo perverso.

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