sábado, noviembre 12, 2011

Capítulo uno

Estoy recostado sobre mi cama de hotel cuando suena el teléfono, -¿bueno?- respondo medio atarantado por la siesta vespertina.

La voz del otro lado me dice: -¿Sr. Claudio? soy Control Ce, ya vine con la camioneta-.

Al salir me encuentro al moreno norteño recargado sobre la camioneta, resaltan sus botas de piel de víbora y escaso bigote, bueno, tan escaso como el mío.

-¿Le ayudo con su maletín?- me dice Control Ce en tono de pregunta que no espera respuesta, al mismo tiempo que lo coloca sobre la caja del vehículo.

Al subir a la camioneta noto inmediatamente que el final de la palanca de velocidades tiene una esfera transparente con un alacrán amarillento en su interior. -Es de los güeros- me dice Control Ce, -pero ya ni son tan venenosos como antes; ahora al llegar al hospital los doctores se esperan a ver si uno se tuerce para poner el suero-.

La camioneta circula rápido por la avenida principal de Durango. Acostumbrado al tráfico de la capital me asombra descubrir que se puede cruzar la ciudad en pocos minutos. Finalmente llegamos al restaurante que tanto me habían platicado. Sentado en una mesa de la esquina se encuentra Control Ve, el gemelo de Control Ce. Apenas nos ve ingresar se incorpora y me cede un asiento, al su carnal le regala un zape. Nunca supe la razón.

-¿Qué es tan importante?- le digo a Control Ve.

-Primero tomemos un poco de este mezcal amembrillado-, responde -pa luego tenemos tiempo de platicar sobre lo otro-.

Y efectivamente, para otro momento quedó el tema que me llevaría hasta Durango.